«La Guerra Civil Española en Cariñena (1936-39)» por José Ramón Villanueva Herrero

«La Guerra Civil Española en Cariñena (1936-39)» por José Ramón Villanueva Herrero

Mucho se ha hablado, y sobre todo escrito, sobre las causas que desencadenaron la fractura de la convivencia entre los españoles que terminaría desembocando en el golpe de Estado del 18 de julio de 1936 y, tras el fracaso parcial de este, en la cruenta Guerra que asoló las tierras de España durante tres largos años, a la que siguió la sombría noche de la dictadura franquista que se prolongó durante cuatro interminables décadas.

Para analizar las auténticas causas de este conflicto fratricida que marcó la historia reciente de España, Julián Casanova parte de una “premisa primordial”: la guerra no fue el resultado de una inclinación endémica y cainita predispuesta a derramar la sangre del prójimo, sino que, “la verdadera función social y misión histórica de ese movimiento [golpista], era la protección y preservación de un orden económico y social amenazado por la democratización, las reformas y las conquistas políticas y revolucionarias de las clases trabajadoras” y, por ello, “la necesidad de exterminar de raíz, con toda la violencia necesaria, las causas del mal”[1].

De este modo, el golpe de Estado del 18 de julio y su triunfo efectivo en la ciudad de Zaragoza, como señalaban las historiadoras Julia Cifuentes y Mº Pilar Maluenda, supuso,

“la quiebra definitiva del orden político y social que había permitido el desarrollo de una alternativa de gobierno democrática, de la consolidación de una tradición sindical anarquista y socialista y la esperanza en una República igualitaria. En suma, el fin de un marco de libertades y derechos tradicionalmente negados y usurpados a la mayoría de la población”[2].


[1] CASANOVA RUIZ, Julián, El pasado oculto. Fascismo y violencia en Aragón (1936-1939), Zaragoza, Mira, 2010, 3ª ed., p. 10.

[2] CIFUENTES CHUECA, Julia – MALUENDA PONS, María Pilar, «De las urnas a los cuarteles: la destrucción de las bases sociales republicanas en Zaragoza» en El pasado oculto. Fascismo y violencia en Aragón (1936-1939), Zaragoza, Mira, 2010, 3ª ed., p. 41.

El golpe de Estado triunfó en Zaragoza al sumarse al mismo el general Cabanellas, jefe de la V División orgánica con sede en la capital aragonesa, así como y la mayor parte de la guarnición local y las fuerzas del orden (Guardia Civil y Guardia de Asalto) las cuales contaron con el apoyo entusiasta de las milicias de Falange Española y otros grupos derechistas antirrepublicanos como la Comunión Tradicionalista Carlista o Renovación Española. De este modo, el rápido derrumbamiento de la legalidad republicana en Zaragoza, unido a la proclamación del estado de guerra en la madrugada del 19 de julio, impidió el que se articulase una resistencia eficaz por parte de los partidos políticos republicanos y de los sindicatos obreros que frenase la sublevación, que neutralizase el golpe de Estado.

Una vez sumada la ciudad de Zaragoza a la sublevación contra la República, la suerte de la provincia estaba echada. En muchas de sus localidades, tras unos días de indecisión, fue finalmente la Guardia Civil, con el apoyo de las milicias derechistas locales o procedentes de otras poblaciones, quienes se hicieron con el control de las mismas tras imponer la ley marcial y destituir a los legítimos ayuntamientos republicanos, muchos de cuyos miembros serían acto seguido detenidos y un considerable número de ellos asesinados extrajudicialmente bien en sus localidades de origen, en otras cercanas o tras su traslado a Zaragoza, en los montes de Valdespartera o en las tapias del Cementerio de Torrero.

En la comarca de Cariñena se tiene noticia de que en Aguarón, población que contaba con un importante núcleo de militancia de la UGT, se intentó frenar la sublevación. Diversos testimonios aluden a que, entre los días 20 al 23 de julio, se declaró una huelga general revolucionaria en Aguarón, que fue sofocada con la llegada de un grupo de falangistas, los cuales practicaron las primeras detenciones. Se sabe igualmente que, en aquellos días posteriores al 18 de julio, destacados miembros del Frente Popular local, realizaron patrullas armadas, algunos de cuyos nombres, militancia política o sindical, y trayectoria vital, eran los siguientes:

Diversas alusiones hacen referencia a que varios miembros de Unión Republicana (UR) fueron nombrados concejales o gestores del Ayuntamiento durante los días 20 al 23 de julio, fechas que coinciden, además, con la declaración de la huelga general en dicha localidad. Esta situación se mantuvo hasta que Aguarón fue ocupada el día 23 por milicias de Falange Española, las cuales, tras destituir a la corporación local, detuvieron a los principales dirigentes políticos y sindicales locales, entre ellos, su alcalde Ernesto Aladrén, el cual, junto con otros 7 vecinos de Aguarón, “y un panadero afincado en la zona que acostumbraba a repartir el pan por los pueblos de la comarca”[2] de identidad desconocida, serían fusilados en Cariñena el 23 de julio de 1936, iniciándose de este modo la fatídica y sangrienta represión desencadenada en la comarca.

Mientras tanto, en la ciudad de Cariñena, los principales dirigentes políticos y sindicales de los grupos de izquierda, seguían con preocupación el desarrollo de los acontecimientos por medio de la radio del bar de Julián Begué Gotor: éste, que más tarde sería fusilado por los sublevados, era el punto habitual de reunión de los militantes de izquierdas en los primeros instantes del golpe de Estado y donde se podían escuchar “las emisoras de Madrid y Barcelona leales a la República”[3]. Lo mismo ocurría en el caso de Mariano Ramón Urzainqui, el principal dirigente de Izquierda Republicana (IR) en Cariñena y la comarca, y concejal en el Ayuntamiento del Frente Popular ya que, según el testimonio de Emilio Briz Ferruz, “en los primeros días en que ya iniciado el movimiento permaneció en esta Ciudad, recibía visitas de elementos extremistas y tenía casi constantemente puesto en su aparato de radio los partes que daba Madrid expresando a todos su convicción del triunfo de sus ideas”[4].

Además, hubo intentos de conseguir armas por parte de los leales a la República con intención de frenar la sublevación que se estaba extendiendo desde Zaragoza por toda la provincia. Este fue el caso del citado Mariano Ramón Urzainqui  y de Victorián Rubio Galindo, concejal socialista por el Frente Popular y presidente de la UGT[5] en la localidad,  tal y como puede leerse en el texto del Consejo de Guerra al cual fue sometido este último el 10 de agosto de 1939, una vez concluida la guerra y en el cual se le acusaba de que, “junto al cabecilla Mariano Ramón Urzainqui recorrió los pueblos de la comarca de Cariñena en el fin de incitarlos a la revelión (sic) e hizo un viaje a Zaragoza con el fin de que el diputado Socialista (sic) Castillo les proveyera de armas para los elementos de la U.G.T. y la C.N.T. y al fracasarles esta gestión por haber triunfado el movimiento en Zaragoza, a primeros de septiembre de 1936 huyó a la zona roja y se alistó voluntario en el Ejército rojo donde llegó a tener la categoría de sargento de Carabineros, entregándose en Madrid”[6].

No obstante, ambos lograrían salvar la vida en estos primeros instantes de la sublevación al conseguir llegar a la zona leal a República: mientras Victorián Rubio Galindo se alistó en el Ejército Popular, Mariano Ramón Urzainqui, tras colaborar con las autoridades republicanas, al finalizar la guerra se exilió en México.


[1] Léase, Ejército Popular de la República.

[2] Vid.:  página web DARA Memoria Democrática del Gobierno de Aragón, relativa referencia webgráfica: Enlace

[3] Archivo Histórico Provincial de Zaragoza (en lo sucesivo, AHPZ), Declaración testifical de Rudesindo Briz incluida en el Expediente de Responsabilidades Políticas (digitalizado) de Julián Begué Gotor, signatura: AHPZ_J_005609_0002

[4] AHPZ, Testimonio inculpatorio de Emilio Briz Ferruz de fecha 29 de marzo de 1937 incluido en el Expediente de Responsabilidades Políticas (digitalizado) de Mariano Ramón Urzainqui (signatura: ES/ AHPZ_J/005610/000005 (expediente digitalizado). Además de lo dicho, Mariano Ramón Urzainqui había sido concejal y presidente de la Comisión Gestora de Cariñena tras la proclamación de la República, así como corresponsal del periódico República.

[5] Victorián Rubio Galindo consta como presidente de la UGT de Cariñena con anterioridad al estallido del golpe de Estado del 18 de julio de 1936 (vid.: Vida Nueva, 7 marzo 1936).

[6] Archivo Histórico Provincial de Zaragoza, Consejo de Guerra contra Victorián Rubio Galindo (Causa 952-39, de 10 de agosto de 1939) recogido en su Expediente de Responsabilidades Políticas, signatura: ES/ AHPZ_J/005610/000007 (expediente digitalizado).

Triunfante la sublevación en la ciudad de Zaragoza, los rebeldes, tras destituir y detener a Ángel Vera Coronel[1], el gobernador civil de la provincia, designaron para dicho cargo al comandante de la Guardia Civil Julián Lasierra[2]. El nuevo gobernador, utilizando como delegados de sus funciones a un representante de la Guardia Civil o del ejército en cada uno de los municipios de la provincia, procedió, en la semana del 20 al 27 de julio,  a la destitución sistemática de los ayuntamientos republicanos y al nombramiento de nuevas comisiones gestoras formadas por personas de la localidad adeptas a la sublevación antirepublicana[3]. En el caso concreto de Cariñena, tuvo un papel relevante la actuación de la Guardia Civil[4] y de su comandante de puesto, Mariano ¿Torres? Sebastián, el cual posteriormente firmaría numerosos informes inculpatorios contra dirigentes políticos y sindicales republicanos, algunos de los cuales serían finalmente asesinados.

Al igual que les ocurrió a los cargos electos del Ayuntamiento republicano de Cariñena, tampoco se libraron de la destitución, y en su caso detención, los empleados municipales que eran considerados como “desafectos” a lo que bien pronto dio en llamarse “Glorioso Movimiento Nacional” por parte de los rebeldes. De este modo, fueron suspendidos de empleo los siguientes trabajadores del Ayuntamiento de Cariñena:

Por otra parte, el 20 de julio, el Ayuntamiento republicano presidido por Enrique Ponz Villarreal, fue destituido y las autoridades militares sublevadas designaron una Comisión Gestora, de la cual sería nombrado presidente, con funciones de alcalde, Ángel Ferruz Sanz, el cual ocuparía el cargo durante todo el tiempo que duró la guerra.Pasados los primeros instantes de expectación y desconcierto, el control efectivo de Cariñena por parte de los militares sublevados se debió a la actuación del alférez de la Guardia Civil de dicho puesto, razón por la cual la situación en la capital de la comarca estuvo bien pronto controlada por los rebeldes. Cariñena queda de este modo bajo el control de los militares sublevados, siendo designado comandante militar[6] de la misma, Francisco Soteras, teniente de complemento de Infantería, “a los pocos días de estallar el Movimiento” según testimonio de Elías Romeo Cameo[7], el cual contó con el apoyo decidido de todas las milicias derechistas locales: Falange Española y de las JONS, de los requetés carlistas, así como de los miembros de Renovación Española o los adscritos a Acción Ciudadana.


[1] Ángel Vera Coronel sería posteriormente asesinado por los rebeldes el 20 de julio de 1937 en la cuneta de Valdemorillo, en el término municipal de la localidad zaragozana de Pedrola.

[2] Julián Lasierra Luis antes de ser nombrado gobernador civil de Zaragoza por los militares sublevados, ostentaba el cargo de teniente coronel de la Guardia Civil y estaba al mando del 7º Tercio de dicha institución armada.

[3] CIFUENTES CHUECA, Julia – MALUENDA PONS, María Pilar, «De las urnas a los cuarteles: la destrucción de las bases sociales republicanas en Zaragoza» en El pasado oculto. Fascismo y violencia en Aragón (1936-1939), Zaragoza, Mira, 2010, 3ª ed., p. 115

[4] El puesto de la Guardia Civil de Cariñena estaba adscrito a la Comandancia de Zaragoza, la cual pertenecía al 7º Tercio de la Benemérita.

[5] Vid.: Boletín Oficial de la provincia de Zaragoza, 21 octubre 1936

[6] A lo largo de la guerra, al frente de la Comandancia Militar de Cariñena figuraron diversos mandos adeptos a la sublevación, como fue el caso de Félix de la Fuente, el comandante de Ingenieros Carlos Salvador (1936), Manuel Salvador (mayo 1937) o Eduardo Meseguer (marzo 1938).

[7] Elías Romeo Cameo había sido presidente de la Agrupación Socialista de Cariñena (vid.: Vida Nueva, 10 octubre 1931) y más tarde consta como tesorero de la Junta Directiva de la UGT de Cariñena (vid.: Vida Nueva, 22 abril 1933) y figuraba como gestor municipal en el Ayuntamiento del Frente Popular. Era hermano de Manuel Romeo Cameo, asesinado en Cariñena el 19 de diciembre de 1937.

La situación que se vivía en Cariñena una vez dominada esta por parte de los sublevados la describe con nitidez Benito Báguena en los siguientes términos:

“En los primeros meses del alzamiento la Falange se hace con el control de la ciudad, el último alcalde de la República, Enrique Ponz Villarreal y personas de la Izquierda Republicana deben huir del pueblo y los que quedan son encarcelados, la mayoría de los maestros son depurados”[1].

Y mientras tanto, el fracaso parcial del golpe, desgajó España en dos zonas enfrentadas que se enfrentaron durante tres años en una sangrienta guerra entre hermanos. Así las cosas, tras el avance de las milicias de la CNT y fuerzas republicanas leales hacia Zaragoza, éste fue detenido en la zona de Belchite y el frente en la comarca quedaría estabilizado en la línea Aguilón-Tosos-Villanueva de Huerva.

Las circunstancias y el desarrollo de la guerra hicieron de Cariñena un importante punto de apoyo militar para las fuerzas sublevadas en la zona lo que le convirtió en objetivo de los ataques de las fuerzas leales. Así, el 18 de abril de 1937, “en un afortunado golpe de mano”, aviones republicanos “volaron los puentes enemigos del ferrocarril y carretera de Zaragoza a Valencia, en las inmediaciones de Cariñena”[2].

Por otra parte, como señalaba Benito Báguena, para proteger el frente próximo a Cariñena, la Legión Cóndor nazi instaló en la localidad cuatro baterías antiaéreas Flak 18 de 86/56 mm. Por otra parte, a principios de 1937 se instaló un aeródromo en las proximidades del Santuario de la Virgen de Lagunas, en el término municipal de Alfamén,  el cual sería intensamente empleado por las fuerzas aéreas rebeldes dado que “se encontraba haciendo frontera en el bando sublevado, así que a finales de 1936 comenzó a considerarse como una posición estratégica para la guerra en los frentes de Aragón”[3]. Más adelante se instaló en dicho aeródromo la Aviación Legionaria italiana, la cual, coincidiendo con la batalla de Belchite (verano 1937), en la cual Cariñena se convirtió en un punto de reagrupamiento y abastecimiento esencial en el flanco sur del bando sublevado, instaló en dicho aeródromo sus cazas Fiat Cr 32 “Chirri”. Más adelante, durante la batalla de Teruel (15 diciembre 1937- 22 febrero 1938, las tropas mussolinianas instalaron en dicho aeródromo cuatro grupos de bombarderos Savoia Marchetti 79, los cuales fueron pilotados por aviadores españoles.

El aeródromo de Alfamén se convirtió en un objetivo militar para la aviación leal republicana, la cual lo bombardeó el 25 de enero de 1938 con “aviones de servicio nocturno”, al igual que lo fue la carretera entre Cariñena y Zaragoza[4].

En este contexto, parece ser que en los cielos de Cariñena tuvo lugar un importante combate aérea entre las fuerzas rebeldes y la aviación leal republicana en torno al día 10 de diciembre de 1937, en vísperas e desencadenarse la cruenta batalla de Teruel. Así, El Correo Español, diario de FET-JONS de Bilbao, publicaba una noticia sobre este hecho bajo el título de «200 aviones lucharon sobre Cariñena. Fue una batalla sin precedentes en la guerra. Dominan totalmente las escuadrillas nacionales» y cuyo contenido, sin duda magnificado, alude a un importante combate aéreo en los siguientes términos:

“Zaragoza, 11. El combate aéreo del que dio cuenta anoche el parte de guerra del Cuartel General del Generalísimo se desarrolló sobre Cariñena. Fue una batalla aérea sin precedentes, en la que tomaron parte un centenar de aparatos de una y otra parte, siendo la primera vez que un número semejante de aparatos se acometen.

Los aparatos nacionales dominaron totalmente a las escuadrillas adversarias y veinte aviones rojos, en su mayor parte “Curtis” y “Ratas” cayeron al suelo vencidos y envueltos en llamas. Otros aparatos rojos, alcanzados por las balas de las ametralladoras, hubieron de sustraerse del combate; pero se supone que algunos debieron igualmente caer derribados, aunque no se posee todavía certidumbre de ello”[5].

Fue durante estas fechas, coincidentes con la batalla de Teruel, cuando el Convento de las Monjas de Santa Ana fue convertido en Hospital de Sangre para atender a los numerosos soldados heridos en el frente turolense de ambos bandos, destacando en esta labor la Hermana Matilde, de la Comunidad de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana, cuyo recuerdo y memoria se ha mantenido vivo hasta nuestros días y que pidió que, al morir, “fuese enterrada con los muertos de ambos bandos” que se hallan inhumados en el Cementerio Municipal de Cariñena[6].

Continuando con el desarrollo de la contienda, durante la ofensiva franquista en el frente de Aragón, iniciada en marzo de 1938, Cariñena fue la localidad donde se reagruparon las distintas unidades del general José Solchaga, en la nueva ofensiva sobre Belchite[7].

Se tiene igualmente constancia de que en el aeródromo estuvo el famoso “as” de la aviación franquista, Joaquín García Maroto con su “Patrulla Azul”, al cual acompañó Miguel Fleta, que residió durante un tiempo en Cariñena, alojándose el célebre tenor en casa del médico Luis Sáinz Izquierdo, “donde permaneció cerca de 8 meses y en diferentes ocasiones cantó desde los balcones del ayuntamiento”[8], aunque esta cronología en relación al período que residió Miguel Fleta en Cariñena resulta imprecisa.

La importancia de Cariñena como bastión avanzado de las fuerzas franquistas quedó patente cuando, a principios de 1938, llegó a la ciudad la Agrupación de Carros de Combate de la Legión Española que se instalaría en el “Garaje del Hojalatero” y que se hallaba al mando del capitán Félix Verdeja Bardales, el cual diseñaría un prototipo de carro de combate que lleva su nombre (“Verdeja”)[9],

Digamos finalmente que, durante la Batalla del Ebro (julio-noviembre 1938), se concentraron en Cariñena gran cantidad de tropas franquistas, especialmente legionarios, requetés y soldados marroquíes, a la vez se produjo una intensa utilización del aeródromo en esta prolongada y decisiva batalla que aceleraría la derrota final de la Segunda República.


[1] BÁGUENA, Benito, Cariñena, cien años ciudad, Cariñena, Ayuntamiento, 2010, p. 40.

[2] Parte de Guerra de la Sección de Información del Estado Mayor del Ministerio de la Guerra, 18 abril 1937.

[3] Alusión en: www.aragonexperience.com/producto/descubre-alfamen-en-la-comarca-de-carinena

[4] Parte de Guerra del Ejército del Aire de la República Española, 25 enero 1938.

[5] El Correo Español, diario de Falange Tradicionalista y de las JONS, Bilbao, domingo 12 diciembre 1937.

[6] Vid. Referencia webgráfica: https://wikipedia.org/wiki7Cari%B1ena

[7] Ibídem.

[8] BÁGUENA, Benito, op. cit., p. 42.

[9] Ibídem, p. 43.

Iniciado el golpe de Estado, desde el primer momento quedó claro que el objetivo de los sublevados era acabar con lo que consideraban como una amenaza política y sindical de las fuerzas progresistas y de izquierdas. De este modo, la brutal represión desatada contra ellas, y su violento final en muchos casos, “debía de adquirir carácter de ejemplaridad y conseguir paralizar a la clase obrera y sus reivindicaciones durante mucho tiempo”[1]. Estaba claro que el objetivo de los rebeldes era, como señalaban las historiadoras Julia Cifuentes y María Pilar Maluenda, era “aniquilar a los partidos y sindicatos representantes de los intereses de la clase obrera y el sistema democrático que les había permitido la defensa de sus posiciones” y, por ello, en estos primeros momentos, la represión se cebó en los dirigentes locales de los sindicatos y de los partidos del Frente Popular, muchos de ellos, también, cargos electos en los ayuntamientos republicanos.

Tras estas detenciones extrajudiciales y arbitrarias, muchos de los detenidos serían asesinados mediante fusilamientos en tapias y cunetas. La práctica habitual empleada por los rebeldes para cometer estos crímenes era, con frecuencia, la siguiente:

“El procedimiento empleado por los ejecutores consistía en trasladar y fusilar a los detenidos lejos de su domicilio habitual, bien en las cabeceras de comarca, o en poblaciones dotadas con puesto de la Guardia Civil, aunque en el “descontrol” de los primeros meses cualquier descampado o barranco podía resultar válido. Lo que se buscaba con estos traslados era asegurar en la medida de lo posible el anonimato de los verdugos, evitar las reacciones de las familias que desconocían la suerte vivida por sus allegados hasta que se les confirmaba la muerte por medios extraoficiales y extender el efecto ejemplificador de esta violencia sobre los pueblos donde tenían lugar los asesinatos. No hay que olvidar, además, que para las víctimas suponía alargar la angustia y el desconcierto”[2].

Todas estas circunstancias se cumplen, en el caso de Cariñena, en relación a los asesinatos cometidos por los rebeldes. Las víctimas, pertenecían a las organizaciones socialistas locales del PSOE y de la UGT, así como destacados militantes de Izquierda Republicana (IR) y de la anarcosindicalista Confederación Nacional del Trabajo (CNT).

Los primeros de estos crímenes tuvieron lugar el 23 de julio de 1936, fecha en la cual fueron asesinados en la ciudad ocho personas, de los cuales siete eran vecinos de la localidad de Aguarón y la víctima restante era un panadero afincado en la zona, el cual, según el testimonio de Tomás Benedí Martín, “subía con una bicicleta y le debieron decir: “¡Arriba España!” y él debió decir “¡Viva la República!” y lo mataron. Era un forastero que venía a traer el pan”[3] y podría tratarse de Andrés Gavín Murillo. Los nombres de estas ocho víctimas, las primeras que fueron asesinadas como consecuencia de la represión desencadenada en la comarca de Cariñena, eran los siguientes:

Se tiene también noticia del asesinato de Filomeno Rodrigo Gimeno, de 59 años, natural de Villanueva de Huerva, de profesión peón caminero, el cual fue ejecutado el 2 de octubre de 1936 por los rebeldes en Cariñena[6].

Además, en estos primeros instantes del golpe militar, fueron asesinados por los sublevados en Zaragoza diversos hijos de Cariñena, bien porque residían en la capital aragonesa, bien porque allí fueron trasladados para su ejecución en las tapias del Cementerio de Torrero o en los campos de Valdespartera. Estos eran sus nombres:

Posteriormente, tendrían lugar en Cariñena nuevos fusilamientos por parte de los sublevados. Estos tuvieron lugar los días 17 y 19 de diciembre de 1937, coincidiendo con los momentos en los que acababa de iniciarse la batalla de Teruel y que supusieron el asesinato de varios vecinos de Cariñena y de otros pueblos de la comarca. De nada valieron actitudes exculpatorias de algunos de los posteriormente asesinados, como el alegar que, a partir de la victoria electoral del Frente Popular el 16 de febrero de 1936, “moderaron” sus ideas izquierdistas y su actuación pública, o que no se opusieron en Cariñena al triunfo del llamado “Movimiento Nacional”. Tampoco el haber aportado dinero a la Junta Recaudatoria Civil con la cual se financiaba la guerra por parte de los rebeldes, o incluso el haber intentado ingresar en Falange, como fue el caso de Julián Begué Gotor (que no sería admitido) o el de Antonio Gracia Lorente (que sí logró el carnet del partido fascista) que serían fusilados, finalmente, en Cariñena el 19 de diciembre de 1937.

A la hora de aludir a las causas del fallecimiento, en todos los casos, estos asesinatos extrajudiciales se encubren en los registros con eufemismos tales como “fractura de cráneo”, “hemorragia interna”, o similares. Digamos igualmente que las autopsias de todos los fusilados por los sublevados fueron realizadas por Eduardo Sáinz Izquierdo, que era el médico-forense de Cariñena.

Los nombres de las víctimas de la represión desatada por los rebeldes fueron los siguientes:

Dos días después, el 19 de diciembre, coincidiendo con la entrada de las fuerzas del Ejército Popular republicano en la ciudad de Teruel, se produjeron por parte de los sublevados nuevos asesinatos en la ciudad de Cariñena, de los que fueron víctimas ocho personas, todas ellas inscritas en el Registro de Enterramientos en el Cementerio de Cariñena con la anotación de “fusilado” y que son las que se indican en la siguiente tabla:

Hay que señalar que, tras los asesinatos de todas estas víctimas que dejaron un número no inferior a 14 viudas y 44 huérfanos, la represión continuó mediante la incoación de los expedientes de responsabilidades políticas de que fueron objeto, siendo embargados sus bienes y sometidos a elevadas sanciones económicas, de las cuales, tuvieron que hacerse cargo sus viudas y familiares, “aunque hubiesen saldado ya su culpa con el fusilamiento de uno de sus miembros”[14]. Así, en el conjunto de la comarca de Cariñena se llegaron a incoar un total de 357 expedientes de responsabilidad civil por parte las nuevas autoridades franquistas[15], cuyas sentencias comportaban embargo de bienes y fuertes sanciones económicas para los inculpados o, en su caso, para sus viudas.

A las víctimas anteriormente indicadas, habría que añadir los casos de otros hijos de Cariñena asesinados en otros lugares y circunstancias, como los que se indican seguidamente:

Además de lo dicho, a la altura de 1938, se tiene noticia de la existencia de diversos expedientes de vecinos de pueblos turolenses que fueron confinados, por diversos motivos, en Cariñena procedentes de Bronchales, Peracense, Cuevas Labradas y Ojos Negros.


[1] CIFUENTES CHUECA, Julia – MALUENDA PONS, María Pilar, «El ocaso de la República y los orígenes del nuevo orden en la provincia de Zaragoza» en El pasado oculto. Fascismo y violencia en Aragón (1936-1939), Zaragoza, Mira, 2010, 3ª ed., p. 41.

[2] CIFUENTES CHUECA, Julia – MALUENDA PONS, María Pilar, op. cit., p. 103.

[3] Testimonio de Tomás Benedí Marín, recogido en Aguarón el 11 de septiembre de 2007 y publicado en José Antonio Palacio Pilacés en Mapa de Fosas de Aragón, Zaragoza, Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Aragón, 2007, p. 66.

[4] Fuente: Registro de enterramientos del Cementerio de Cariñena.

Sobre la represión en Aguarón, véase la anteriormente citada obra de José Antonio Palacio Pilacés Mapa de Fosas de Aragón, Zaragoza, Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Aragón, 2007, p. 66. Igualmente, el varias veces citado libro sobre El pasado oculto, recoge referencias a la represión en Aguarón en las páginas 111, 113, 247, 270, 278, 283, 284, 286, 287 y 379.

[5] La filiación de Ernesto Aladrén Ibáñez a la UGT consta en la base de datos Liberados del olvido de la Fundación Bernardo Aladrén (vid.: http://www.fundacionaladren.com/node/2114).

[6] Filomeno Rodrigo Gimeno fue asesinado en Cariñena, tal y como se desprende de la documentación correspondiente al expediente incoado por la Comisión Provincial de Incautaciones de Zaragoza, la cual solicitó información sobre el fallecimiento de éste, a lo cual Marcelino Inglés, el entonces juez de Villanueva de Huerva respondió, con fecha de 17 de septiembre de 1938 que “no falleció en esta localidad, por lo que no se puede expedir la partida de su defunción; y que según se ha podido averiguar, este falleció en Cariñena el día 2 de octubre de 1936” (vid.: AHPZ, signatura AHPZ-J-005909-0005).

[7] Las fuentes documentales consultadas para la represión llevada a cabo en Cariñena, han sido el Registro General de Enterramientos del Cementerio de Cariñena, el Registro Civil, así como los diversos expedientes de responsabilidad civil incoados por la Comisión Provincial de Incautaciones conservados en el Archivo Histórico Provincial de Zaragoza (AHPZ), algunos de cuyos datos se hallan igualmente recopilados en el libro El pasado oculto, páginas 103, 104, 107, 112, 263, 271, 272, 273, 287, 334, 379 y 380.

[8] Léase, Federación Provincial de Sociedades Obreras de la UGT. Manuel Soler Monfil fue igualmente Delegado de Cariñena en la Asamblea de la Federación provincial de la UGT celebrada en Zaragoza el 9 de abril de 1942 (vid.: Vida Nueva, 16 abril 1932) y Secretario de la Agrupación Socialista de Cariñena (vid.: Vida Nueva, 10 octubre 1931).

[9] Vid.: Vida Nueva, 22 abril 1933.

[10] Léase, Partido Republicano Radical-Socialista (PRRS), el cual más tarde se integraría en Izquierda Republicana (IR).

[11] Miguel Sebastián Barranco figura en la relación recogida en El pasado oculto como natural de Villafranca de Ebro.

[12] La alusión a los cargos sindicales de Antonio Gracia Lorente puede verse en el semanario socialista Vida Nueva de fecha 10 de octubre de 1931.

[13] Según los datos ofrecidos en el libro El Pasado oculto, Julio Rodrigo Per murió el 18 de noviembre de 1937 como consecuencia de” choque con fuerza pública”.

[14] CIFUENTES, Julia – MALUENDA, María Pilar, op. cit., p. 239.

[15] Íbidem, p. 242.

[16] Los datos sobre Mariano José Ortega Soria, nacido en Cariñena en 1894, residía en Calahorra, tal vez relacionado con alguna actividad vinculada a la viticultura, permaneció escondido tras el golpe militar en casa de una vecina hasta que, tras entregarse el 3 de agosto de 1936, fue asesinado por los rebeldes. La información procede de la información de la página web de La Barranca, Asociación para la preservación de la Memoria Histórica de La Rioja (www.labarranca.org)

[17] Los datos sobre Arnulfo Cotín Vázquez (a) Contigas el Maño, nacido en Cariñena en 1898, proceden, al igual que en el caso de José Ortega Soria, de la información de la página web de La Barranca, Asociación para la preservación de la Memoria Histórica de La Rioja (www.labarranca.org)

[18] Gregorio Ibáñez Galindo figura en algunos documentos como natural de Aguarón.

Aunque Cariñena no fue frente de guerra, sufrió con dureza las consecuencias de la contienda y por ello, en este cementerio también se hallan enterrados hijos de Cariñena y de otros lugares que murieron combatiendo en las filas del bando sublevado, bien fuera en el cercano frente de Tosos-Aladrén o en diversas batallas libradas durante la contienda, como fue el caso de las de Brunete, Teruel o la del Ebro. Otros soldados fallecieron, como consecuencia de las heridas recibidas, en el Hospital Militar habilitado en el Convento de las Monjas y fueron inhumados en el cementerio, así como también las víctimas civiles causadas por el bombardeo de la aviación republicana sufrido por Cariñena el 8 de marzo de 1938. Esta es la relación nominal de los inhumados en el cementerio de Cariñena que combatieron en distintas unidades del ejército sublevado y que hallaron la muerte en distintos frentes de guerra:

Hay que señalar que los combatientes falangistas y soldados naturales de Cariñena muertos durante la guerra fueron enterrados en tumbas y lápidas individuales en el recinto delimitado en el cual se encuentra la Cruz de los Caídos, actualmente resignificada con un espíritu reconciliador y de memoria para todas las víctimas de la contienda. En el documento del Ayuntamiento de Cariñena titulado «Relación provisional de los Caídos por Dios y por España vecinos de esta localidad que se expone al público para todo el que se ha omitido alguno tenga la pequeña molestia de indicarlo en las oficinas municipales en el término de diez días, así como de cualquier inclusión indebida», firmado por el alcalde Ángel Ferruz con fecha de 3 de agosto de 1939, constan datos de sus nombres, así como la fecha y lugar de fallecimiento. A partir de dicha relación provisional firmada por el alcalde Ángel Ferruz, y completada con otros datos de soldados y falangistas naturales de Cariñena que en ella no figuraban, se ha elaborado la siguiente tabla:

En esta relación de víctimas que murieron combatiendo en el ejército rebelde figuran, además de los soldados de reemplazo, algunos voluntarios falangistas como era el caso de Teodoro Blas Cameo, Manuel Sanz Isiegas, Emilio Pallarés Barberán, Gregorio Gutiérrez Gaspar, Manuel Pardillos Tapia y Dionisio Pellegero Bosqued, todos ellos fallecidos en los combates desarrollados en el Ermita de la Virgen de las Nieves de Aladrén, el 10 de junio de 1937. Igualmente, en la presente relación de víctimas se incluye la muerte del guardia civil Narciso Lanza Sáez, ocurrida el 24 de agosto de 1937, en el término municipal de Cariñena, sin que se tengan más datos de en qué circunstancia tuvo lugar.

Para honrar la memoria de todos ellos, el Ayuntamiento franquista de Cariñena, bajo la presidencia de Ángel Ferruz, en abril de 1941, manifestó su propósito de “erigir un Monumento que perpetúe la gesta de sus hijos caídos en el Movimiento Nacional y que sirva a la vez de sepultura para sus restos”[4]. Dicho proyecto contemplaba, además de la construcción del monumento propiamente dicho, y que es el que ha sido resignificado en la actualidad, una cripta subterránea para albergar sus restos, la cual, finalmente, no llegó a realizarse por falta de tiempo y de presupuesto.

También, hay que indicar la relación de víctimas civiles causadas como consecuencia de actos de guerra. En este sentido, el historiador José María Maldonado señala que la ciudad de Cariñena sufrió, a lo largo de la guerra, siete bombardeos aéreos por parte de la aviación republicana[5], de los cuales, el único que causó víctimas mortales fue el ocurrido el día 8 de marzo de 1938, todas ellas residentes en los números 3 y 5 de la calle Lupercio. Se da la circunstancia de que casi todas las víctimas de este bombardeo eran familiares de José Isás Gracia, el dirigente de la UGT de Cariñena que había sido asesinado en los fusilamientos que tuvieron lugar en el campo el día 17 de diciembre de 1937. Sus nombres se detallan en el siguiente cuadro:

Ya acabada la contienda, varios vecinos de Cariñena fallecieron como consecuencia de la detonación fortuita de artefactos explosivos procedentes de la guerra. Estos eran sus nombres que también deben ser recordados como víctimas:

Finalmente, se incluye una tabla con los nombres de diversas personas de las cuales, hasta el momento presente, no ha sido posible obtener información fiable sobre las circunstancias de su muerte o desaparición, ni de su filiación y demás circunstancias personales, durante el período de la guerra de España de 1936-1939.

Con todo lo dicho, este Memorial que ahora se inaugura pretende recordar y hermanar a todas las víctimas de aquella trágica guerra, la más cruel de todas por tratarse de un enfrentamiento civil entre hermanos, una herida que se pretende cerrar desde un profundo sentido de paz, justicia y reconciliación que es el que ha inspirado la iniciativa del Ayuntamiento de Cariñena.

Finalmente, se agradecerá cualquier sugerencia, corrección o incorporación de personas o datos por parte de la ciudadanía para que este Memorial cumpla plenamente los ideales que pretende transmitir tanto desde los principios de la justicia reparadora y como desde los valores democráticos y constitucionales.


[1] Fuente:  Registro General de Enterramientos del Cementerio de Cariñena

[2] La información sobre la posible muerte de Carlos Muntadas y Salvadó Prim, duque de los Castillejos, abatido junto con el bombardero que pilotaba, hace mención a que “Una noche salió con la misión de bombardear el aeródromo enemigo de Cariñena [¿?]. La caza enemiga, que acechaba en la ruta, pudo acertar el paso y a pocos metros le ametrallaba incendiando el avión; un tripulante logró salvarse lanzándose en paracaídas, mientras él, aferrado a los mandos en un último y supremo esfuerzo, moría carbonizado” (BULLÓN DE MENDOZA Y GÓMEZ DE VALUGERA, Alfonso, «Aristócratas muertos en la Guerra Civil Española», Aportes, revista de historia contemporánea, nº 44 (2000), p. 96.). Pese a que dicho autor recoge el testimonio del célebre piloto franquista Joaquín García Morato, resulta incongruente que se aluda al intento del citado aristócrata de pretender bombardear el “aeródromo enemigo” de Cariñena, cuando dicha ciudad permaneció durante toda la guerra toda la guerra en territorio controlado por los rebeldes y nunca en zona leal a la República. Tal vez sea un error el aludir a “Cariñena” en vez de a “Sariñena”, población monegrina donde se hallaba el importante aeródromo republicando de Alas Rojas.

[3] Desiderio Ferruz Alijarde en otra documentación consta como natural de Vistabella.

[4] Memoria del Proyecto de monumento a los caídos de la ciudad de Cariñena firmado por el arquitecto municipal José Descartín, fechado en abril de 1941.

[5] Según la información aportada por el historiador José María Maldonado Moya, la ciudad de Cariñena sufrió ataques de la aviación leal republicana los días 27 y 31 de agosto y 18 de septiembre de 1936 y el 17 de enero, 28 de febrero y 2 y 8 de marzo de 1938, aunque, como ya hemos indicado, sólo éste último causó víctimas mortales.

[6] Francisco Sebastián Ferrer tenía un hermano llamado Julián Manuel que en los registros consta como desaparecido en el frente de Belchite a finales de agosto de 1937. No obstante, Julián Manuel, militante de CNT había sido obligado a alistarse en el Tercio Sanjurjo de la Legión y desertó del mismo pasándose al bando leal “incluso con armamento” como consta en el expediente incoado contra él por la Comisión Provincial de Incautaciones 30-396. Por su parte, el alcalde Ángel Ferruz declaró, con fecha de 21 de abril de 1937, que Manuel Sebastián Ferrer “fue ingresado en el Tercio Sanjurjo y desagradecido a tal honor desertó vergonzosamente incorporándose a las hordas marxistas que luchan contra la reivindicación de las tradiciones españolas” (AHPZ, signatura ES-AHPZ-J/005610/000010). Posiblemente, su hermano Francisco también hubiera desertado del ejército sublevado para unirse a las tropas leales a la República.

[7] Francisco Sanz Romeo, al igual que hemos señalado en el caso de Francisco Sebastián Ferrer, su desaparición, sin que conste en ningún momento fecha de fallecimiento, podría deberse a una posible deserción.

No fueron estos los únicos casos de soldados naturales de Cariñena que, movilizados por el ejército rebelde, desertaron de sus filas. De este modo, también lo hicieron Fernando Ortigosa Cameo, perteneciente a la 29 compañía de la 8ª Bandera del Primer Tercio de La Legión que desertó en el frente de la Ciudad Universitaria de Madrid el 21 de febrero de 1938 “pasándose al Ejército Marxista” como consta en el Consejo de Guerra al que posteriormente sería sometido (vid.: AHPZ, signatura AHPZ-J-005610-0002), Antonio Serrano Gálvez, miembro de la Brigada Topográfica, que también se pasó a las filas del Ejército Popular republicano (vid.: AHPZ, signatura ES-AHPZ-J-005611-0005) o José Lusilla Gálvez, del cual carecemos de más datos en relación a su deserción excepción hecha de que también pertenecía al Tercio Sanjurjo.

2022-07-06T12:49:53+00:00 28/09/2021|Uncategorized|

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