He vuelto al pueblo de mi abuela. Si cierro los ojos, parece que en las calles aún hay pasos y que las rondas siguen sonando. Si los abro, me encuentro sola, rodeada de eco y de abandono. Sonar a vida, un espectáculo sensorial para escuchar con los ojos tapados.
¡Para que los pueblos de nuestras abuelas y sus historias jamás se pierdan!